Un adiós que huele a olvido
es sombrío, gris, cual amor partido,
morir en un espacio finito, breve y frio,
sin nadie a tu lado, solo, es mi errante destino.
De sabor si… de amargo vino.
En el corazón se resguarda sentimientos vividos
recuerdos que quedan marcados en la piel
sueños frustrados, sentimientos retenidos
fuga de emociones, logros compartidos
errores cometidos.
La añoranza eterna, eterna… amiga fiel.
Queda sin embargo el febril logro de un amigo
la pasión de un amante,
los abrazos vividos
la belleza de un beso
los sueños de un hijo.
Me llevo en el alma
la esperanza de una vida eterna
el silencio de una estrofa
el candor de un poema.
A Dios le corresponde decidir mi destino
que mi adiós no sea un olvido
que mis letras perduren más que mi camino...