HARWIN STRONG

MELANCOLÍA

La tarde, pura y lenta, se recoge
entre álamos de plata entristecida...
Un silencio taciturno se desliza
como agua inmóvil sobre el pensamiento.
Camino absorto; el mundo apenas pesa...

Los chopos, desolados y amarillos,
dejan caer su música cansada.
Cipreses altos, graves en su sombra,
afirman una pena vertical,
y el aire, desangelado, no pregunta...

Todo parece incólume al latido,
como si el tiempo hubiera detenido
su mano antigua sobre las cosas:
el abandono pasa sin ruido,
y el olvido aprende a ser paisaje...

Hubo antaño una claridad —fue real—
una alegría sencilla, sin conciencia,
cuando el día era un don transparente
y la vida decía sí sin miedo...
Hoy ese ayer es eco descreído.

El futuro se extiende, plano y pálido:
una línea de horas previsibles
que el alma observa sin rebelarse.
Y, sin embargo, entre hojas casi secas,
tal vez un temblor mínimo persista:
no es promesa aún,
pero respira...