Ya no pesan igual las horas que se van, tienen ese andar cansado de quien lo ha dado todo. Se siente en el aire el aroma a ciclo cumplido, a páginas dobladas y a huellas que el tiempo acomoda.
No hay prisa por cerrar la última puerta, pero tampoco hay miedo de apagar la luz del ayer. Fuimos fuego en invierno y sombra en el estío, un manojo de instintos tratando de aprender.
Queda un suspiro guardado para el brindis final, un silencio que entiende lo que las palabras no pudieron. El año se retira con la elegancia del que sabe que dejó semillas, aunque el viento se llevara el resto.
Miro hacia atrás y el paisaje ya no es el mismo, la memoria ha filtrado el ruido de la herida. Solo queda este pulso, este resto de camino, y la serena certeza de seguir estando con vida.