Una ligera quietud en el reloj
que no quiere mover al tiempo,
en una soledad que se desgrana
en los brazos invisibles del viento.
Un pasado atrapado en una soledad
que solo sabe sacudir al silencio,
entre las lágrimas del alma
que atesoran todos los recuerdos.
Un mundo que no se detiene
mi sombra jugando con espectros,
mi voz que simplemente se acalla
y me retiene dentro a los sentimientos.
Una virtud, la de poder escribir
de hacer de toda mi vida solo un verso,
las rimas de una musa inspirada
y un final inesperado y perverso.
Un laberinto del que no puedo salir
en un viaje que no tiene regreso,
una muerte lenta que sabe a envenenada
y no haya en mí ningún sufrimiento.
Una fatiga que cansa a mi vejez
en noches donde no descansa ya mi cuerpo,
donde mi conciencia sabe amarga
al sentir la culpa de lo que ya no tengo.
Un eje inexistente en mi equilibrio
donde mi temor se apodera de mis miedos,
y solo soy un hombre en medio de la nada
y soy el motivo de mi propio desencuentro.
Una rebeldía hundida en el espanto
en la mirada de mis ojos ya ciegos,
soy del árbol, apenas una rama
que pronto caerá en el lodo y el cieno.
Un corazón envuelto en sus quimeras
mientras la noche moverá mis pensamientos,
con mis penas dormidas y en calma
y yo como un mortal, tan solo muriendo.
Una puerta abierta a quién sabe adónde
con un destino ya sin un rumbo cierto,
y mi musa que encuentra las palabras
para decir adiós y que todo fue un sueño...