No sé cómo empezar
a escribir todo lo que mi corazón
siente en este momento.
Estoy aquí,
tirada en el suelo,
mientras mis lágrimas recorren mis mejillas.
Mis manos tiemblan,
mi corazón late a mil por hora,
el aire en mis pulmones empieza a faltar
y mi mente comienza a sobrepensar tanto
que es inevitable no llorar.
¿Por qué el amor tiene que ser así?
¿Por qué no puede ser tan bello
y perfecto como en los cuentos
o las historietas?
¿Por qué tengo que estar tirada en el suelo
con el corazón roto en mil pedazos?
¿Por qué no puedo seguir a tu lado?
¿Por qué no estás aquí abrazándome,
susurrando dulcemente
que todo estará bien?
¿Por qué no estamos cumpliendo
tantas promesas que teníamos juntos?
¿Por qué… por qué?
Y sí,
es en ese momento donde comprendo
la otra versión del amor.
No esa bonita
a la que todos estamos acostumbrados
o con la cual soñamos,
sino a la que hiere.
Esa versión que te rompe en mil pedazos
y no sabes cómo reaccionar,
cómo parar de querer,
cómo parar de sentir.
Simplemente te queda llorar
con un nudo en la garganta,
el llanto mudo,
y la pregunta eterna
de qué habría sido de nosotros
si el principio
no hubiera aprendido
a terminar.