Siempre me ha dado miedo quedarme atrás.
Especialmente cuando todo el mundo parece avanzar a zancadas.
Siento que todos han encontrado su camino menos yo.
Los demás corren hacia su brillante futuro como si tuvieran mucha prisa por dejar el pasado atrás.
Y mientras tanto yo voy paseando entre mis recuerdos y lo que vendrá.
La verdad es que eso hace un tiempo me aterraba,
me aterraba que todo el mundo viviera intensamente y más y mejor,
mientras yo seguía en lo de siempre.
Me daba miedo que los demás crecieran tan rápido y supieran tan bien a dónde ir,
mientras yo aún me sentía una niña, sin saber qué dirección seguir.
Pero me he dado cuenta de que la manera en la que avanzo también es mi forma de vivir.
Quizás disfrutar de más el camino, las pequeñas rutinas, los detalles tontos y las fotos viejas no sea un defecto.
He descubierto que si me quedo atrás a cambio de contemplar el paisaje,
de sentir ese rayo de sol, la lluvia sobre la piel,
que si me quedo atrás para aprender a disfrutar más de lo que ya tengo a mi alrededor
no me importa quedarme la última.
Porque nadie dijo que la finalidad de la vida fuera llegar primero.
Creo haber entendido que la finalidad es llegar viviendo.