Es el duelo silencioso,
quizás el más doloroso.
El alma te pesa,
y parece arrastrarte
a la desesperanza.
Todo se vuelve difícil,
todo se vuelve pesado.
Pensar,
parece un suplicio.
El alma enloquece,
las emociones te invaden,
alborotando tu pecho.
El alma no aguanta,
el alma se angustia.
El alma se aflige.
El cuerpo lucha,
buscando esa chispa
que encienda
la llama que habitaba en ti.
Pero solo se encuentra
lágrimas en tus mejillas,
que llevaban tiempo
queriendo salir.
Entonces comprendes:
es un duelo que avisa
que aquí ya no hay nada
por qué insistir.