LOURDES TARRATS

LOS OLVIDADOS

 

Aquellos a quienes el tren se les fue sin ellos

quedaron quietos en la orilla del andén,

con las lágrimas temblando en los párpados

y un pañuelo deshecho entre los dedos,

diciéndole adiós al humo,

como si este gesto pudiera alcanzarlo.

 

Los que caminan solos por la orilla del tiempo,

con el nombre gastado entre los labios del viento,

guardan en sus manos un silencio añoso,

como si el mundo hubiera pasado de largo

sin aprender a mirarlos.

 

Hay quienes duermen bajo un cielo que no recuerda sus nombres,

con el estómago hablando en un idioma que nadie traduce,

y el frío entrando en sus huesos

como un huésped que se adueña de la noche.

 

Hay niños que aprenden el mundo

a través del temblor de sus propios huesos,

dibujando esperanza con un lápiz

que se gasta más rápido que su infancia.

 

Hay ancianos que guardan su historia

en un puñado de recuerdos deshilados,

como si la memoria fuera una manta rota

que aún intenta darles abrigo.

 

Y están los caídos,

los que dejaron su nombre suspendido en el aire,

como campanas que nadie escucha

pero siguen sonando en la tierra.

 

Y nosotros,

que caminamos con los bolsillos llenos de días,

¿qué haremos con su silencio?

 

¿Seguiremos pasando de largo

como quien evita ver su propio reflejo,

o aprenderemos por fin

a reconocer en sus rostros

la parte nuestra que también tiembla,

la parte nuestra que también espera?

 

Porque los olvidados

no son otros.

Los llevamos en el alma, adentro,

para recordarnos

que somos humanos,

y que también somos ellos.

 

Porque olvidar es otra forma de caer,

y recordar es un acto de vida.

 

—L.T.

Poetas Somos…


12/29/2025