Arturo me puso un vestido,
ingrávido, como de novia;
delicado al suspiro del viento.
Por corredores brota el canto rojo de las hojas
(atavío de colosales esqueletos),
y como óleo derramado sobre el lienzo
el color se extiende largo
hasta el beso de la tierra con el cielo.
Foto antigua en movimiento
sol quieto y lejano
mirando despertar una cara del mundo,
sílfide sonrojada en noventa noches encarnadas;
es el color del éxtasis.
¿Quién, como el joven Lino, casi divino,
muriera con la canción en el labio,
y las lágrimas milagrosas de Gea
sembraran un campo malherido?
Es el tiempo del vestido de oro
antes de la muerte blanca y fría…