«La luz se posa
sobre lo que queda.
Y su cuerpo se vuelve humo
y su espíritu se eleva.
¡Ay, si yo gritara, o si callara
pudiera llevar a la luz lo que muere!»
RC
Se van mis suspiros
en el viento
más allá del instante
de mis anhelos
para no volver
Solo quedan
estos restos de mí
una mitad sin voluntad
empujada hacia arriba
por una fuerza endeble
doblegada a tierra
(como los planetas
en su órbita
alrededor del Sol)
Solo importa
la carne yerma
que queda
ofrecida también a la danza del viento
a ese vuelo melódico
arrojado al sol
y a los caminos con faroles
buganvillas y ficus
que conducen a la noche de playa
al galopar de potros del sueño
hacia la muerte lenta
en busca de su incensario
para arder
humear en espiral
consumirse
como papel en un caldero
como una ofrenda
de cada momento
para que la luz se pose
sobre esta sombra precursora
Dejadme ver las estrellas
desde una orilla del mar
como una vela encendida
iluminando minúsculamente
la vida
y su envoltorio de carne
de sangre
de miedo
donde descansen
mis pupilas
en una paz suficiente
soñando en los hombres nuevos
de buena voluntad
que me sucederán
porque yo he fracasado
irremediablemente
Ricardo Castillo
De: La hora crepuscular (2025)