Elizabeth Maldonado Manzanero

El peso del silencio

Rabiando

mantengo en vilo

el ímpetu quebrantado

y llagado del ser.


Las penas

se multiplican en los ecos,

invaden la sangre,

colonizan mis arterias

las pueblan de ausencia.

 

Nada avanza hacia mi pupila,

nadie cruza este páramo de ojos

mi mirada ha cosificado el asfalto

en sombras que se alejan.

 

Mis manos, hueso y temblor,

fracasan al intentar alzar

el fardo espeso de tristezas.

 

El silencio fermenta

el humo del recuerdo,

lo espesa,

lo vuelve inhabitable.

 

Todo se apaga

y el amor,

huye a galope por la piel.

 

La noche, interminable,

me ensordece,

me encierra

entre la angustia

y este desierto

que ya soy.