La noche hace estragos sobre sí misma,
cúmulo de maldades y fuego del ardid,
placer ingrato del deseo más profundo.
La noche, pestilente, se asoma y huele
a podredumbre herida, fragancia de
insensatez que marea, aplasta y fulmina.
Es el pedazo de pasión más urgente,
fiel amante que implora y florece en la selva
elocuente, inclemente y demente...
Víctima recurrente y servil de los años
nostálgicos, ignorados y despechados.
La noche, telón oscuro con luna
que oculta la soledad de las estrellas,
compañera virtuosa y errática, donde
anhelos y sueños gratos
se funden...
Sobre la noche.
Hernán J. Moreyra