mikel_jackal

Carta inerte que debo redactar

Querida Mariela:

 

Este es un ejercicio torpe de mejora, de salud y rehabilitación. Te escribo en silencio por evitarme el mal rato del rechazo o la sorna.

Adorno la epístola que tienes al frente (en figurativo) solo por el acto ineludible del drenaje. Escribo para expectorar.

¿Por dónde debería empezar este tipo de carta? Por el principio, por el final, por lo que siento, por lo que quiero, por lo que ya no siento, por todo o por nada. Por describir o esconder, por contarte en modo narrativa o describirte sentimiento. ¿Por donde se empieza?

Tal vez la respuesta más útil a esta pregunta es entender qué es esta carta en sí misma. La respuesta, simple pero enigmática, es nada… esta carta no significa algo alrededor de la historia vivida. Es solo un recordatorio, un acceso a memoria sin sentido, un tomar conciencia de que hay cosas en el mundo que no se esquivan aun cuando haya kilómetros de distancia entre punto y punto.

Escribo para recordar que debo olvidarte y así se cumpla el círculo eterno de recordarte para olvidarte. Es tonto, ya sé, pero sirve. Ese devenir de palabras que cada rato salen, me calman y me saturan. Llega un punto que aburre recordarte, que tu figura genera tedio y cansancio. Es temporal, lo sé, pues pasarán otros cinco o diez años y tendré una vez más el impulso de buscarte o saber de ti.

 

Es un dolor cíclico, olvidable y recuperable.

¿Por qué?

En simple, por perfección. El perfecto encaje de tu vida con mis expectativas, eres y fuiste todo lo que busqué siempre. No sé si tenerlo me hubiera hecho feliz, pero, básicamente, eres el ideal de mujer, persona y compañera. Y lo sentí cada vez que coincidimos, lo sentí en cada letra que emergió de nuestros encuentros, lo sentí en cada suspiro que se dirigió a tu casa.

Escribo para expectorar, para decir lo que la realidad no me deja. Para, siquiera en un mundo ideal, plantearte una confrontación que la normalidad nunca me dejará tener.

Y lo más triste… es que a ti no te importa. Pues este amor nunca fue recíproco, ni equivalente. Pero ya tu sola existencia me bastó para ser feliz.

Hasta la siguiente carta.