El Esclavo Digital
Bajo un cielo infinito de luces y reflejos virtuales
el nuevo siervo camina entre paredes invisibles de cristal líquido
con una sonrisa electrónica que oculta su cadena digital
mientras consume espejismos de libertad en cada pantalla táctil
y olvida el rostro antiguo del opresor tras un velo de algoritmos.
Su mente es un campo fértil para semillas de necesidad ajena
donde crecen deseos fabricados en laboratorios de publicidad
y el sueño de la rebeldía se trueca por ofertas de temporada
mientras navega entre redes que tejen su propia celda amplia
sin sentir el peso del yugo que lleva sobre su frente dormida.
Ya no hay látigo que cruja ni grilletes que hieran la piel
sino notificaciones que marcan el ritmo de su existir
y un GPS que guía cada paso hacia centros comerciales
mientras cree elegir su camino en un mapa de opciones limitadas
y confunde movimiento con verdadera travesía liberadora.
El carcelero se esconde detrás de logos y marcas reconocidas
su dominio se ejerce con pulsos de wifi y contraseñas
convirtiendo cada hogar en un patio de recreo vigilado
donde el prisionero paga con sus datos por minutos de distracción
y entrega su intimidad a cambio de likes y de falsos aplausos.
La gran gesta revolucionaria se aplaza por un nuevo modelo
la lucha de clases se disuelve en debates de tendencias efímeras
y el enemigo común se difumina en mil enemigos virtuales
mientras el verdadero poder fortalece sus muros de cifras
y el esclavo perfeccionado no halla contra quién alzar su voz.
Su tiempo se fragmenta en historias que desaparecen al día siguiente
su atención es un botín disputado por plataformas voraces
y su memoria ya no guarda los anales de su propia servidumbre
solo retiene passwords y códigos de descuento fugaces
en un cerebro reconvertido a terminal de consumo pasivo.
La mercancía suprema es su propia vida convertida en espectáculo
cada gesto y cada emoción son productos para exhibir
y la conciencia colectiva se desvanece en el ruido blanco
de mil transmisiones simultáneas que nada esencial dicen
solo repiten el mantra silencioso de obediencia programada.
Las cadenas ahora son hilos de fibra óptica brillante
que unen su muñeca a relojes inteligentes que miden su rendimiento
y convierten cada latido en dato para estudios de mercado
mientras él canta las virtudes de su moderna independencia
y no percibe la jaula de cristal que lo separa del mundo real.
La libertad se define como posibilidad de comprar sin límites
y la realización personal como acumulación de objetos vacíos
mientras el viejo ideal de comunidad se trueca por seguidores
y la solidaridad es un hashtag que dura veinticuatro horas
antes de ser arrastrado por el flujo de novedades incesantes.
El opresor ya no habita en castillos ni en palacios de gobierno
reside en nubes de datos y servidores en países lejanos
su ejército son bots que dirigen corrientes de opinión
y su arma más poderosa es el tedio que anula el pensamiento
fabricando consentimiento a través de entretenimiento infinito.
La rebelión se convierte en otro producto más para vender
la imagen del revolucionario en una camiseta de moda
y las consignas de protesta en fondos para pantallas personales
mientras el sistema absorbe cada signo de disidencia posible
y lo transforma en motivo para nuevos ciclos de consumo.
El silencio del alma se cubre con playlists personalizadas
el vacío existencial se rellena con delivery y streaming
y la pregunta por el sentido se ahoga en un mar de memes
mientras las horas se escurren en scrolls infinitos hacia la nada
y el presente perpetuo anula la posibilidad de futuro.
Así construye su propia prisión con manos entusiastas
poniendo bardas de aplicaciones y cerrojos biométricos
y llama progreso a esta gradual abdicación de su humanidad
confundiendo comodidad con felicidad auténtica y duradera
en un intercambio desigual donde pierde su propio espíritu.
Mas aún late algo antiguo bajo tanta capa de alienación
una chispa de aquel ser que supo mirar al verdugo a los ojos
y tal vez llegue el día en que la conciencia despierte de su sueño
y reconozca las paredes invisibles de su celda amplia y moderna
para empezar la única revolución que todavía importa.
—Luis Barreda/LAB
Tujunga Canyon, California, EUA
Diciembre, 2025.