🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

A una quinceañera

 

A una quinceañera

¡Ay, tus ojos, quinceañera:
cada vez que yo los veo,
hacen grande mi deseo
sin saber qué nos espera!

Cuando miran y me encuentran
hasta el aire va de prisa;
te dibujo una sonrisa
porque así me desconcentran.

Yo me inclino sin perderte
y al perderte también digo,
si tus ojos no consigo,
es mejor estar sin verte.

¡Ay, qué haría sin tus ojos,
quinceañera, ¿yo qué haría?
Si con verte cada día
me consumo en los antojos!

Vivo atento a mi capricho
y de hacerlo me hago un Vate;
¡corazón cómo me late
lo que al verte no te he dicho!

¡Quinceañera, por tu edad
y mi edad, que toma fuerza,
hace que al pensar, ejerza
yo por ti, mi dignidad!

Sin embargo, quinceañera,
yo no puedo verte ir;
puesto que antes de morir,
quiero ser tu primavera.

Ya lo ves, es mi verdad,
que al estar, frente a tus ojos,
con mis nervios a manojos
caiga yo en fragilidad.

Te lo digo pues mujer:
tus ojos amarillentos
me derrite en pensamientos
y no sé qué puede ser.

¡Es que ese color a miel
de tu vista cristalina,
yo te digo que combina
con tu cara y con tu piel!

Por lo tanto, quinceañera,
de tu puerto, no he de irme;
porque estoy y sigo firme
en tu costa y tu ribera.

¡Quinceañera, quinceañera!
¿Qué me has dado que al mirarte
solo pienso en contemplarte,
aunque sí, viviendo muera?

                         Samuel Dixon