Te requiero
en estas horas
cuando el reloj
se equivoca
y marca tu ausencia.
Te requiero
en la taza
que se enfría sola.
En la cama
demasiado grande
para un solo soñador.
Te requiero
cuando la noche
se sienta a mi lado
y no dice nada.
Te requiero
en los versos
que nunca te escribí
y ahora que no estás
te escribo en el aire.
Te requiero
en el pan caliente,
en el vaso de la luz.
Te requiero
en los geranios
que sembraste
con paciencia.
Cada domingo
los riego
pero no es lo mismo:
les falta tu voz.
Te requiero sin ruido,
sin reclamo,
mirando tu foto
y hablándote despacito.
Si pudieras
volver un minuto,
solo un minuto,
te diría:
quédate.
Y como no puedes,
me quedo yo
esperándote
en estas horas largas,
con tu nombre
encendido en el pecho.