Unos te dan, con su miseria, la miseria;
otros te venden, te rifan, exprimen y extirpan
tu corazón herido, por confiado y confundido...
Algunos te estafan al darte la mano y
decirte: \"señor\".
Un niño, por ejemplo, ríe, pregunta o
dice una verdad como al pasar.
Otros te atan, matan y arrebatan tus latidos;
algunos pervertidos se excitan,
perturban con la imagen de la bella rubia,
eterna en fotos inmortalizada, desnuda.
Otros son la duda y, en el silencio,
bostezan y dan pereza al verlos.
Algunos escupen, gritan y ladran
a la realidad y a las verdades perdidas.
Uno te da afecto y no sabes por qué;
se hace llamar \"amigo\",
te cobija en el fraternal cariño,
te abraza y enlaza con cuestiones
de otra época.
Algunos te enseñan mientras
otros te ignoran,
desbaratan y abaratan tu precio,
sacándote valor.
Unos te dan, otros te quitan;
algunos te mienten y otros pocos
te dicen una franca verdad,
dejando al azar la interacción de
los sinónimos y actuando como los
anónimos incondicionales de siempre.
Hernán J. Moreyra