El cuerpo recuerda antes que yo.
Recuerda la hora exacta
en que algo se quebró
sin ruido.
La mente llega después,
pone nombres,
acomoda ruinas,
finge control.
Pero el cuerpo no negocia:
tiembla
aunque nadie mire,
aunque el día continúe.
Hay derrotas que no se anuncian.
Se sientan
y esperan
a que les hables.