Dulce vecina de la verde selva,
niña de greda y de cristal sangrante:
truenen los cielos y tu canto vuelva.
Grande enemiga de la zarzamora
que regaba en su canto doble aurora
del pasado y su vida ya distante:
ya nunca para, Parra luminosa,
de dar fruto tu viña que, madura
en sus acordes, solo da dulzura
morada, diferente y amorosa.
Cantas las diferencias, lo profundo;
desengaños, amores, fantasías;
y aún tu voz resuena en nuestros días,
dulce vecina de este y otro mundo.