A veces me busco y no me encuentro,
como un árbol que olvida su semilla.
He sido viento, herida, y desaliento,
y aún no sé qué sangre en mí brilla.
Me reconozco en sombras y reflejos,
en la palabra que no digo entera,
en los latidos hondos y perplejos
de esta piel que se marchita y espera.
Soy pedazo de sol, trozo de duda,
hombre de barro, canto y cicatriz.
Y cuando el alma en mí se queda muda,
sé que me busco donde fui feliz.
Porque conocerme es verme partir,
en cada amor, en cada despedida.
Y comprenderme… quizás, morir
para nacer de nuevo a la vida.
Antonio Portillo Spinola