Aunque mis sentimientos se hayan apagado
y el rastro de tu perfume viva sólo en el aire viejo,
soñé contigo.
Aunque mis manos ya no recuerden tu forma
y los poemas que te escribí duerman donde no llega la voz,
soñé contigo.
Ahora, en la noche más fría de este invierno,
el recuerdo de tu piel arde como una ausencia.
Este es el último verso que te entrego,
después de él, me iré en silencio,
hasta que tu sombra vuelva a llamarme
desde un dulce sueño.