No es nada de lo que oído reconoce:
ni escalas, ni tiempos, ni compases.
Es el estrépito previo a la forma,
el ruido blanco del nacimiento.
No es nada de lo que la cifra contiene:
no es fuerza, no es ley, no es cálculo.
Es la resonancia de tu nombre
que el universo calcina al colapsar.
Y de pronto, en el caos de la penumbra,
la huella sonora se vuelve melodía.
Y tu latido obstinado en mitad de la nada
estremece el núcleo de dos galaxias.
Y el eco de la primera nota del estallido
lo conviertes ahora en un abrazo.
Y el sueño de mi materia oscura, al fin,
se vuelve luz en tu mirada.
a P.B.