La voz en los árboles
Busco a ciegas, en el jardín de Gea
–tan inmenso, que crea
propia brisa, y crece como una flor–.
Sigo una voz que me arrastra al amor;
que da sensual calor
desde cada ondulante hoja que vea.
Es tan cantarina esa voz, husmea
traviesa y me permea
en esta noche libre, sin clamor;
con estrellas y verde alrededor.
Escucho esa voz por
todo mi paso. ¡Y que me deletrea!
Son palabras de un pasado inhumano.
Escuchadas al libre, son confusas,
pero como las musas,
adquieren forma al tenderles la mano.
La voz y sus letras siguen difusas,
pero provienen de un árbol enano.
Como un altar pagano,
hay un urutaú de letras ilusas.