Crisbel Ferrer

Dónde no cabe el odio

Motivos para odiar tengo de sobra,

y aun así, mirando al mar,

todo lo olvido.

Porque cuando el frío

cala mis huesos

y la soledad pesa en mi alma,

solo siento en mí

un inmenso vacío,

donde no cabe el odio

ni el arrepentimiento,

solo el amor

por lo que vivo

y por lo que existo,

por aquello que aún no conozco

y, aun de lejos, admiro.

Como cuando me siento

en lo más alto de la montaña

y solo observo:

miro más allá de lo que siento,

lo que no puedo tocar,

y aun así

me entran las ganas de amar.