Motivos para odiar tengo de sobra,
y aun así, mirando al mar,
todo lo olvido.
Porque cuando el frío
cala mis huesos
y la soledad pesa en mi alma,
solo siento en mí
un inmenso vacío,
donde no cabe el odio
ni el arrepentimiento,
solo el amor
por lo que vivo
y por lo que existo,
por aquello que aún no conozco
y, aun de lejos, admiro.
Como cuando me siento
en lo más alto de la montaña
y solo observo:
miro más allá de lo que siento,
lo que no puedo tocar,
y aun así
me entran las ganas de amar.