Como un examen que jamás podría aprobar.
Eso es.
Así se siente.
¿Vale la pena esforzarme por demostrar algo que,
aunque te fuerce a verlo,
seguirás dudando?
Cada día que pasa es una nueva prueba,
una fase.
Cada “te amo” viene acompañado de un “¿por qué?”
y eso
me mata
cada vez más.
¿Por qué?
¿Por qué crees que voy a fallar,
amado mío?
Tu silencio tiene más peso
que tu miedo.
Tengo la sospecha de que el dolor en tu alma,
producto de otro amor,
me está por quebrar,
a causa de nuestra torpeza.
¿Qué más da demostrártelo?
¿Desgastarme si, al final,
igual
me voy a romper?