Antes de ser mamá
Antes de ser mamá, mi sopa humeante nunca se enfriaba en la mesa,
y las prendas que vestía mantenían su impecable elegancia,
podía charlar sin fin, con calma, en una llamada extensa,
disfrutando el silencio y la paz de una agenda siempre dispersa,
mi tiempo era un río lento de horas libres y sin prisa.
Antes de ser mamá, la noche era mi reino y yo su soberana,
desvelarse era un placer y no una lucha contra el cansancio,
mi cabello recibía cuidados con esmero y dedicada atención,
mis manos mostraban uñas largas, pulidas con fino brillo,
y el suelo de mi hogar brillaba, sin un solo objeto extraño.
Antes de ser mamá, las hojas verdes no eran motivo de alarma,
ni el filo de una mesa despertaba temor o preocupación,
las visitas al doctor eran solo para un resfriado o una alarma,
y el término inmunización no cruzaba mi imaginación,
vivía en un mundo suave, sin riesgos ni tal prevención.
Antes de ser mamá, el azulejo relucía limpio y siempre seco,
no existían marcas de manitas en cristal que limpiar con esponja,
dormía plácidamente hasta que el sol iluminaba mi techo,
y el sábado era un lienzo en blanco de total tranquilidad prolonga,
sin planes ni deberes, solo un sueño profundo y satisfecho.
Antes de ser mamá, el llanto ajeno no traspasaba mi pecho,
nunca contuve el dolor propio al ver una aguja aproximarse,
no sentí el desgarro interno, el invisible y tremendo estrecho,
cuando un pequeño brazo debe valientemente pinchazarse,
y una voz temblorosa pide con los ojos que todo cese.
Antes de ser mamá, un nudo de emoción no cerraba mi garganta,
ante una mirada infantil bañada en llanto y en tierra mezclada,
ignoraba la alegría pura que una simple sonrisa planta,
ni había contemplado por horas la paz de una respiración callada,
en un rostro perfecto que en sueños angelicales se encanta.
Antes de ser mamá, mi corazón era entero y no se fragmentaba,
al no poder sanar con besos un dolor que crece y no se aleja,
no sabía que una vida tan frágil mi universo transformaba,
girando cada prioridad, cambiando toda la vieja trama,
convirtiendo lo trivial en polvo, mientras lo esencial se afinaba.
Antes de ser mamá, no sentía que mi alma viviera afuera,
latente y vulnerable, caminando en un cuerpo tan pequeño,
no conocía el honor sublime, la entrega verdadera y fiera,
de amamantar en la penumbra a un ser de sueños tierno,
creando un lazo invisible, perpetuo, intenso y verdadero.
Antes de ser mamá, no soñaba con tanto cariño y devoción,
ni con la enormidad gozosa que un minuto cualquiera guarda,
no preveía la realización, la plena y honda satisfacción,
de una existencia que ahora con luz diferente se retarda,
en cada logro diminuto que mi niña con amor me regala.
Antes de ser mamá, no concebía que podría extrañar este caos,
esa risa que retumba, ese dibujo inesperado en la pared,
ese aroma a pan recién hecho y a limpio que el aire llenó,
ni anhelar escuchar, en medio del bullicio del atardecer,
esa sílaba gigante que lo cambia todo: ¡mamá!, su voz.
—Luis Barreda/LAB
Los Ángeles, California, EUA
Diciembre, 2025.