MorningStar

Entre el licor y el silencio

Te escribí muchas veces,

quise saber por qué la ansiedad en tu alma tenía el simple anhelo

de mirar mi sonrisa,

como si en ella habitara

un refugio, una promesa tibia que no se había hecho.

No sabía que despertaba en ti

ese lento deseo,

esa sed que se instala en la piel

antes de llegar al pensamiento.

Luego quise creer

que fue el alcohol el culpable,

que el licor aflojó tus miedos

y dejó escapar palabras

que quizá el corazón

jamás se habría atrevido a desnudar.

Nunca envié el mensaje.

No por falta de ganas,

sino por exceso de fuego.

Temí provocar una avalancha

de emociones sin freno,

temí perder lo que quizá ya no tengo pero aún cala cuando en ti pienso.

Temí las miradas que juzgan,

los dedos que señalan,

y lo peor: caer presa de ese dolor inmenso

que comienza como un gozo lento,

un estremecimiento dulce,

y termina rompiendo la voluntad más que los huesos.

Hoy acepto las culpas en silencio:

el licor, por liberar tus miedos,

y yo,

por esconder en mi pecho

los míos,

ardiendo, vivos, llenos de deseo. 
MS