Mis recuerdos me hablan en voz baja,
me traen de la mano por pasillos llenos de risas,
por charlas eternas que parecían no tener fin.
La secundaria fue un refugio,
un lugar donde el tiempo no corría,
donde cada amigo era un hogar distinto
y cada día dejaba una marca en el pecho.
Hoy, aunque el calendario avance,
sé que voy a seguir acordándome de cada uno,
porque no fueron solo compañeros,
fueron parte de mi historia,
una etapa que me enseñó a sentir,
a reír sin miedo
y a llorar sin vergüenza.
Ahora llega una nueva etapa.
El bachillerato abre sus puertas
con nombres nuevos, miradas nuevas,
y sueños que empiezan a tomarse en serio.
Cada uno elige su camino,
cada uno persigue su futuro,
y aunque el destino nos separe,
el recuerdo jamás lo hará.
Algunos estarán lejos,
otros serán distintos,
pero nunca ausentes.
Yo los voy a extrañar,
y sé que ellos también me extrañarán,
aunque yo, quizás, los extrañe un poco más.
Miles de recuerdos,
miles de lágrimas guardadas,
miles de risas que todavía resuenan,
y miles de momentos que no se borran.
Cuando sea grande,
cuando mire atrás,
voy a entender que cada uno de ellos
me marcó la vida,
me regaló algo hermoso
en esta adolescencia que empieza a despedirse.
Dentro de dos años dejaré de ser adolescente,
pero nunca dejaré de ser
el que fue feliz con ellos.