AMAIDA BUERAS

-NAIPE-

Una reacción química ocurrió aquella noche
cuando cruzamos miradas
y, casi al mismo tiempo, las esquivamos.
Llegaste de sorpresa
y te marchaste presuroso a tu hogar,
pisando los charcos
de esa extraña coincidencia
de encontrarnos en un día lluvioso
en el barrio de nuestra pequeña ciudad.

El aguacero andariego arruinó mi agenda,
pero el viento torció el destino del juego.
Mi escalera estaba incompleta
y, justo antes de perder la partida,
apareciste
como un as de corazones,
dándome suerte
en algo más grande que las cartas: la vida.

En aquella breve jugada
te llevaste el humo impregnado en tu gorra oscura,
pero dejaste la incógnita de tu nombre
en la sonrisa que dibujaste
en el instante fugaz de tu aparición.

Te volviste la apuesta al azar
que me hizo ganar más que la lotería.
Ahora guardo ese naipe
en el bolsillo de mi mente,
mientras tarareo tu nombre,
feliz
por la improbable suerte
de haberte tenido presente.

 

-A.B-