Carlos Andrey Vargas Araya

Bésame, abrázame muy fuerte

Bésame, abrázame muy fuerte,  susurró él en la penumbra del adiós,   aprieta un nudo en su garganta,  como quien guarda el último calor en las manos.

 

Ella guardó aquellas palabras  
en el hueco más hondo del pecho,  
y después,  ya no había tiempo,  cuando el silencio ocupó su lugar,  se arrepintió de no haberlo abrazado más fuerte,  
de no haberle dicho te amo  
con la voz rota, con el alma entera,  
en ese instante exacto que nunca regresó.

 

Ahora, en la noche que no consuela,  ella repite su abrazo en el vacío,  
aprieta los brazos contra sí misma  
como si pudiera retroceder el reloj,  
como si el amor, dicho más alto,  
hubiera podido detener la partida.

 

Y en cada latido que le quedaba  
, ella resonó con la misma súplica callada:  si volviera aquel momento,  lo abrazaría hasta romperse los huesos,  le diría te amo hasta quedarme sin voz,  hasta que el mundo entero lo supiera.

 

Pero el tiempo no perdona  
los abrazos a medias,  
las palabras guardadas por pudor o por miedo.  Solo queda el eco de un beso pendiente,  el arrepentimiento que quema suave,  y la promesa silenciosa  de amar más fuerte  
antes de partir.

 

Porque el amor,  
cuando se calla en el instante preciso,  se convierte en el más hermoso  y el más doloroso  
de los poemas inconclusos.