¡No hay nada más triste que este dolor!
Ni más gentil o cordial que el mismo dolor;
no hay nadie más prolijamente trágico,
humillado, despilfarrado y vencedor
que este servil dolor.
No hay conflicto más remendado que,
por saberse remendado, va en estado
angustiado, carenciado de luz, cariño y
espera: ¡que este desdichado dolor!
No hay nadie más letal que acuchille
la herida, sopor del alma malparida,
que este usual dolor.
No hay nadie más incurable, infeliz,
incapaz de resumir toda su agonía más
honda, oscura, consumida y vencida,
que este intratable dolor.
Férreo, fúnebre y molesto en el pecho,
mordaz, audaz y sin agridulce de dolor;
pero dolor al fin de cuentas y recetas y
reservas vitales ocasionales, triviales...
¡No hay nada, ni nadie más triste que este dolor!
Hernán J. Moreyra