Crónica de un amor
Por cortejarla un día, se enamoró su hermana,
no preguntó si quiera de dónde era el poeta,
ni se acercó hasta cuando me consultó, coqueta:
«¿la enfermedad se quita si el labio es quien la sana?».
Atónita mi boca no respondió a la arcana,
mas ella nuevamente compareció su meta:
me estremeció en sus brazos, se me entregó completa
y me besó los labios sin acatar la plana.
Y al suceder distinto lo que yo pretendía,
se me escapó la duda, la pena y la osadía
como un suspiro inocuo que dista a su labor.
No sonreí; temblaba. Se disipó mi aliento.
Me atormentó enseguida, por mencionar, el viento,
y fui cayendo, todo, rendido ante su amor.
Samuel Dixon