John David

Tinnitus

Tinnitus, ¿usted sabe qué es?
Si mi mente fuera borrada y usted —sí, usted— me lo preguntara,
le diría que es un tipo de hongo, uno endémico del Amazonas,
uno que no es comestible.
Lejano en distancia, lejano en todo sentido.

A mi mucho pesar, esta no es su etimología.
El tinnitus, amigo mío, es un pitido persistente,
o más bien, la percepción del mismo.
Los demás no lo pueden escuchar: es un fantasma terrible.
Pero créame, haga un ejercicio de fe —como tantos otros—
y deposite un grano de confianza.
Para mí es tan real como el mismo agua que me vio nacer.

Son juegos de la mente: si pienso en cualquier otra cosa, desaparece.
¿Cómo voy a llegar a fin de mes?
¿Mi pareja me habrá dejado de querer?
Tengo que bajar mi colesterol.
Silencio. Ausencia de pitido.

Baños en silencio,
el silencio que antecede el dormir,
los espacios de aburrimiento.
Presencia del pitido.

Y a veces lo domo como a un caballo rebelde;
arropo el pitido con mis propios brazos.
Y esto no lo ecualiza,
pero la enemistad disminuye.

Otras tantas veces pienso
que me acompañará de por vida,
y entro en un ciclo de ansiedad,
ansiedad de la que solo un golpe de suerte me puede sacar.

Tinnitus no es un hongo: es un malestar.