Crucé el andén de la fatal mentira,
que un día fue de mi dolor cimiento;
porque me dio de ingratitud fermento,
de la maldad que la traición transpira.
Busqué perdón en mi apacible lira,
siendo de fe, farol del sentimiento;
para borrar las huellas del tormento,
donde llorosa mi pluma aún suspira.
Nada sirvió buscar un nuevo cielo
donde anidar mi pena sorda y cruenta;
porque su voz de dulce violoncelo
en mi alma vibra, y mi tristeza alienta;
¡por eso busco en mi febril desvelo,
nunca jamás, amor mi verso sienta.
Autor: Aníbal Rodríguez.