Christian espz

Piel y Silencio

I

 

Me decepcioné de mí

en el pozo de tu tristeza.

Bajé sin barandas,

con el nombre equivocado

en la boca.

 

Te amo

—dije—

y el eco

se quedó conmigo.

 

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II

 

Me decepcioné de mí

en el pozo de tu tristeza

(donde la sombra ensaya una lámpara).

Bajé sin barandas,

con el nombre equivocado en la boca,

como quien aprende tarde

a pronunciar su pérdida.

 

Ya me habías dejado.

Me sacaste de tu piel

como se arranca una sílaba

cuando la palabra ya no respira

y el aire no alcanza.

 

Me habría bastado

que me entendieras un poco,

no para quedarme

—no—

sino para no volverme

esa cosa que se odia

cuando se cierra la puerta

desde adentro.

 

No para no ser odiado,

sino para no quedar

insensible,

cerrado,

con las manos torpes

y el amor mal aprendido.

 

Sé que piensas en mí.

Sé que aún me amas.

Me avergüenza creerlo

como se avergüenza el insomnio

de su propia luz.

 

Estoy fuera de mí,

mirándome desde otra mesa,

desde otra vida

donde amar no era romper

sino quedarse.

 

Al final (si es que hay final):

te amo, humillándome,

mientras el hombre pequeño que me habita

me traiciona con su voz

y no sabe callar.

 

Fue veraz mirarte

en el piso del desvelo:

saltarte,

volver a empezar,

rayuela mal trazada

sobre un cielo de tiza

que se borra con los pasos.

 

Y fue estúpido

decir las palabras

que fracturaron el vidrio,

como si el amor

no supiera quebrarse

en silencio.

 

Ahora resta

aprender a no repetir

mi nombre en la herida;

dejar que cierre,

aunque lo que nazca

ya no sea piel.