Jesus Armando Contreras Nuñez

Detrás del Vidrio.

El pecho aprende a doler sin aviso.

Se oprime
por la confusión
de entrar en lo desconocido.

La información cae como lluvia,
sin contemplación,
sobre la salud de mi hijo.

Y él,
lleno de cables,
de aparatos que asustan,

tan pequeño,
tan frágil
y tan valiente a la vez.

Y yo,
parado allí,
frente al vidrio,

sin poder sentirlo,
sin poder tocarlo.

Los monitores sonaban,
los médicos corrían,
y en medio de ese ruido
algo en el ambiente decía:
“no me dejes solo”

Su madre no estaba.
No porque no quisiera,
sino porque también luchaba.
Y mientras luchaba,
confiaba.

Entonces entendí
que la responsabilidad era mía.

Las decisiones urgentes
pesan como piedras,
 y caen sobre este padre
que solo quisiera esconderse,
meterse en una cueva,
y salir cuando todo esté bien.

Pero no se puede huir de un hijo.

No, no se puede,

Y el dolor del padre
no hace ruido.

Llora sin lágrimas.
Grita sin voz.
Se cae por dentro
y se levanta en silencio.

Tiene fe en silencio.
Saca fuerzas en silencio.
Ama en silencio.

Este poema es para ellos.
Para los padres que esperan detrás del vidrio,
con las manos grandes,
inútiles,
y el corazón aprendiendo a ser valiente
cuando nadie los mira.

 

Jesús Armando Contreras.