Sofia_garza.o

El hambre de profundidad en tiempos superficiales

Quitas la prisa, y no queda casi nadie.

Eso descubrí.

Que muchos prefieren el vértigo antes que la verdad,

el cuerpo antes que la presencia,

el ruido antes que el alma.

 

Vivimos en una generación que confunde cercanía con contacto,

que se desnuda rápido

pero teme a la transparencia.

Nos enseñaron a correr,

a no mirar a los ojos,

a no quedarnos más de la cuenta

porque quedarse —dicen—

es una forma de perder.

 

Y así vamos,

cazando chispazos que no iluminan nada,

alimentándonos de atajos,

de encuentros que saben a instante,

pero nunca a hogar.

 

Lo llamamos amor,

pero es solo el miedo disfrazado de deseo.

Lo llamamos conexión,

pero apenas rozamos la superficie.

Lo llamamos intimidad,

y sin embargo

nadie quiere quedarse a sentir

cuando se vuelve incómodo.

 

Yo no sé vivir así.

Yo quiero manos que no huyan,

miradas que no tiemblen,

palabras que no sean promesa vacía.

Quiero el temblor de lo real,

la raíz,

el silencio compartido que no asusta.

 

Y aunque el mundo vaya deprisa,

yo sigo eligiendo la profundidad:

esa que toca, que revela, que transforma.

Esa que hace del pecho un refugio

y no un campo de batalla.