¿Y dónde estabas tú
cuando la tormenta hundió mi barco,
cuando las olas devoraban mis fuerzas
y el viento arrancaba mis sueños?
¿Dónde estabas tú
cuando mis manos sangraban de tanto aferrarse
a maderas rotas,
cuando mi voz se quebraba en un grito
que nadie quiso escuchar?
Yo te busqué en cada sombra,
en cada rincón de la noche,
esperando que tu luz me guiara,
pero solo encontré silencio,
solo encontré vacío.
Y ahora vienes,
con pasos suaves,
con palabras dulces,
cuando mi herida ya cicatrizó,
cuando mi alma aprendió a caminar sola.
¿Dónde estabas tú
cuando la prueba me quemaba por dentro,
cuando la lucha me dejaba sin aliento,
cuando el dolor era mi única compañía?
No estabas.
No fuiste.
No quisiste.
Y ahora que me ves erguido,
con la mirada firme,
con el corazón reconstruido,
pretendes volver,
como si el tiempo no hubiera marcado su sentencia,
como si mi naufragio no hubiera sido real.
¿Dónde estabas tú
cuando la tormenta hundió mi barco?
No estabas conmigo.
Y por eso, aunque regreses,
ya no hay puerto que te reciba,
ya no hay mar que te pertenezca.