Desde Palestina, año 40,
llegó María a Zaragoza,
la ciudad del viento
y del agua bendecida
por los cauces del Ebro,
la arropó la niebla
y la vistió de estrellas
sobre una columna de entereza.
Lejos de este espacio,
hoy, en Palestina, en un Portal,
las noches despiertas
congelan la sangre
y nacen los niños
crucificados y muertos.
Ave María.