¿Qué existirá en aquella mancha sobre la cama?
¿Una torva de enegrecidos cuervos?
¿Un aroma de muerte en las paredes?
Quizás tengas las ganas de seducir mi respiración;
despertar y continuar con el deseo que mi piel
necesita. Abajo las sombras piden alimento
un cóctel de moscas besuconas.
En ocasiones mantengo vivo el espíritu del león
y salgo a caminar por las calles adornadas
de feroces palomas que revolotean en distintos
colores profundos, acribillando la desnudez de mi voz.
Luego regreso a la lejana villa donde duermo
acobijado de vacías flores y migajas de risas,
sediento de besos dormidos y caricias locas
y escribo hechos de estrellas fugaces.
Contemplando el velludo cuerpo que me abraza,
me aplasta y me devora como oso hambriento.
Masticando mis piernas, lamiendo mi cuello
abriendo mis lunares galacticas de leche verdosa.
Así termina mis blasfemias como monja arrepentida,
soñando sobre el cosmo y la presencia de Dios
donde solo habita el cruel abismo
del pecado, encerrado en un cristal luminoso.