Belisario Sangiorgio

Sobre Borges

Argentina fue un país que dio

al mundo grandes poetas

pero ahora la literatura

aquí agoniza 

muere lentamente

en un silencio penoso 

porque los editores 

y los que administran

las revistas literarias 

son todos graduados de Puan  

que escriben poemas sobre 

sus mascotas, 

hacen un poema  

sobre un gato negro en la medianera;

escriben acerca de

sus monoambientes heredados; 

los más destacados escriben sobre 

las plantas en el patio

de las casas de sus familias

en la zona oeste del conurbano;

escriben abstracto porque 

su vida está vacía;

nunca agarraron una tenaza 

ni una amoladora 

nunca dispararon una carabina 

ni cazaron un animal para comer;

no conocen el honor de entrar 

a una fábrica vistiendo 

un mameluco de obrero;

los editores de las revistas 

se besan entre ellos en sus 

festivales de poesía que nadie lee 

y como a ellos nadie los lee 

ellos no quieren 

que nadie sea leído;

antes los poetas trabajaban 

en los ferrocarriles

o en los cordones industriales 

o en el campo;

ahora el trabajo de los poetas es

sacarle dinero a otros poetas 

para publicar libros

que nadie lee;

y es por todo esto que

los porteños 

los de Buenos Aires 

le creen a Borges; 

adoran las fantasías

de Borges 

sobre el campo;

disfrutan las fantasías 

de Borges sobre los gauchos;

les gusta

les agrada 

que la familia de Borges 

era unitaria y no federal,

le creen 

palabras del campo 

a un tipo del que no se conocen

fotos 

ni a caballo

ni con bombacha 

ni con alpargatas

ni con rastra;

los porteños se creen 

los relatos sobre el campo 

escritos por Borges 

que usaba zapatos y traje 

y corbata 

y cumplía horas en una oficina

y desde la oficina quiso 

reescribir a Hernández 

y robarle su gloria; 

de Borges sí se conocen

fotos

celebrando  

cuando los imperialistas 

quisieron robarse 

la Argentina entera, 

y después de sacarse 

esas fotos

finalmente

se arrepintió; 

Borges fue un hijo idiota 

de terratenientes; 

Borges aún teniendo campos 

y estancias 

no quiso vivir en el campo 

y eligió vivir en Palermo; 

tal como eligen hoy 

los porteños

directores de editoriales 

y los críticos

especializados

de revistitas

y suplementos 

de literatura.