Inexorables uvas azotan con esmeraldas
a las reliquias del cuerpo con que se
yergue el árbol del pleistoceno.
Crecerán entre sismos
y parrales con el único fin de ocupar techos
cuya misión es sostenerlas por las ramas
para que el profano haga con ellas su exclusivo
cóctel de fervor impío