Maté a mi propia muerte,
tanteando el hambre de los pájaros
y el pico se hundió en las costillas
de la insidiosa nada.
También maté a mil antes,
a los imbéciles de la prosodia,
a los inútiles de la escarcha rosada.
Una vez estabas desnuda
sobre el lomo de las montañas
y te penetré sin siquiera rozarte con palabras.
¿Recuerdas cuando sacamos la lengua
a plena mañana?
mirábamos a dios
y nos burlábamos,
¡pobre y aburrido vejete de destino eterno!
Entonces usamos el ala de la lujuria
y besamos el aire con rubor ajeno.
- Rocketer superstar.