He quemado los mapas de mi antigua insistencia
para ser el mendigo que habita tu esencia.
Eres el templo vivo, la sagrada frontera,
donde el alma se rinde y el orgullo se muere.
Qué ironía divina: ser esclavo del viento
por salvar del olvido nuestro breve momento.
Es una paradoja que me rompa en pedazos
y me sienta completo solo entre tus brazos.
He cruzado el umbral de mi propia consciencia,
una metanoia que hoy es mi única herencia.
Ya no busco el cielo, ni la luz, ni la gloria,
prefiero ser el rastro que deje tu historia.
Que el mundo nos juzgue con su voz de ceniza,
nuestro caos es fuego que nadie suaviza.
Si el tiempo es un muro que termina en derrota,
beberé de tu vida hasta la última gota.
JTA.