La nostalgia jamás será mala.
La melancolía es su mejor amiga.
Dios... lo recuerdo sonriente,
tranquilo, tan él.
Las llamadas largas, ese tiempo que existía sólo para dos,
cuando el mundo se quedaba afuera
y alcanzaba con escucharnos.
Me gusta volver ahí.
A cómo me chamuyaba sin decirlo,
a cómo me buscaba seguido,
a cómo yo también lo buscaba.
Hoy leo mensajes, miro lo que compartíamos
y suspiro, porque lo amo más.
Sé que hoy no se da.
Pero sé algo más certero que el miedo: un día será.
Y con eso me alcanza.
Espero.
Paciente.
Embriagada de todo lo lindo que fue
y de lo que todavía puede volver a ser, mañana, o incluso hoy.
Hay una voz en mi cabeza
que no se cansa de repetirlo:
cuánto me gusta,
cuán atractivo me parece,
cuánto lo amo.
Lo amo de lejos.
Y sé que lo amaré igual de cerca.
Que se sienta amado:
yo lo voy a amar.
No hay otra Roma.
No habrá otra persona.
Soy yo.
Somos nosotros.
Porque lo destinado se sabe,
aunque duela esperarlo.
Él lo sabe.
Yo lo sé.
El amor genuino y correspondido
no debería oscurecer.
Con él no hay sombra que me atrape.
Estoy atada
y desatada a la vez.
Hoy lo grito escribiendo.
Mañana se lo grito a él.
El grito es el mismo,
seguro, inevitable: te amo, Adrián