Bruno Gatica 1

El peso de tu ausencia

Amarte no es una idea clara, a veces es apenas una sacudida, algo que empieza en el pecho sin aviso y baja, torpe, hasta las manos. Hay días en que tu nombre no suena hermoso, suena necesario, como el aire cuando falta, como el cuerpo cuando recuerda antes que la cabeza.

 

Pienso en ti y no siempre sé qué hacer con eso, mi piel reacciona primero, se tensa, se abre, se queda esperando, mis manos saben cosas que yo no sabría explicar: la forma de tu ausencia, el peso exacto de no tenerte cerca. Hay recuerdos que no son imágenes, son sensaciones, un calor, un ritmo, una presión suave que vuelve cuando cierro los ojos.

 

Amarte también cansa, no porque duela —aunque a veces duela— sino porque exige. Porque no se queda quieto. Hay un hambre que no aprende a callarse, una ternura que no sabe ser prudente. Quisiera decir que lo manejo mejor, pero no, a veces me desarmo con solo pensarte, a veces me sostengo gracias a eso.

 

Cuando hablo de ti, algo en mí se expone, no es solo deseo, es una forma de desnudez más lenta. Como si nombrarte fuera tocar una parte mía que no dejo ver casi nunca, hay silencio ahí, hay miedo, y aun así, vuelvo.

 

Tu ausencia pesa de maneras extrañas, no siempre duele como se espera, a veces es tibia, casi amable, como una sombra que se queda conmigo. Otras veces quema, se instala en la espalda, en el cuello, en ese lugar del cuerpo donde se guarda lo que no se dice.

 

Amarte no es épico todo el tiempo, hay gestos pequeños: imaginar tu respiración, recordar cómo se acomodaba tu cuerpo, pensar “esto te gustaría” sin que estés. Y eso basta para que el día cambie un poco de forma.

 

No sé en qué momento amar se volvió también una manera de sobrevivir, tal vez siempre lo fue, lo sé porque, incluso cuando intento no hacerlo, mi cuerpo te nombra solo, en un suspiro, en una pausa, en ese instante breve en que todo se detiene y sigo siendo humano.

 

No basta, nunca basta, y aun así, aquí estoy, viviendo en este temblor, sosteniéndolo, dejando que me atraviese, porque amarte no me completa, pero me vuelve real.