Tu boca me provoca incendios lentos, al pronunciar mi nombre con lengua de fuego.
La pasión estalla cuando tu aliento se mezcla con mi sudor y me reclama.
Mis dedos celebran tus pezones erguidos, altares vivos donde pierdo la razón.
Tu bulba, abierta al temblor del deseo, me nombra en silencio, me pide sin pudor.
Mi pene late, orgulloso y rendido, cuando nos perdemos en puro desenfreno, ascendiendo juntos al filo del clímax, donde la descarga es un grito del cuerpo.
Luego, exhaustos, llega el relax, piel con piel, respiración compartida, y en esa calma arde la entrega, porque la pasión no muere: se queda viviendo entre tú y yo
G3