Ay... reyezuelo.
Saltas de rama en rama,
contento.
Entre cantos de ruiseñor.
Dime, reyezuelo,
¿quién es tu creador?
¿naciste de la nada espontánea?
O eso es un mal chiste reduccionista.
Un Ave
se escapa entre mis labios...
dando gracias al Señor.
Las hojillas caen
y sirven de abono
al árbol de mi ilusión.
Ese que no para de escuchar
el murmullo limpio de mi Señor.
Compañero mío,
que simplemente eres
y ya...
Enséñame a dejarme ser
hoja caída
y lumbre,
adorno de ramas otra vez.
Qué regalo más grande
estar aquí.
El cielo ya empezó.
No esperaré a morir
para saberme salvo en ti.