Se miraron sin palabras, con el alma y el corazón;
la pausa del tiempo, suave y callada,
tejió un hilo secreto entre dos latidos,
y en ese instante nació la más pura emoción.
No hicieron falta voces ni promesas al viento;
ella dibujó un parpadeo dulce y sincero,
él inclinó la frente, rendido al encuentro,
señales breves, lenguaje verdadero,
donde dos ritmos se abrazaron en su tierno momento.
Dos amantes danzaron en silencio,
como dos bailarines que improvisan su destino,
sus cuerpos dialogaban sin palabras,
y al final, cuando el mundo quedó suspendido,
despertó una sonrisa, fuego Interno que selló el camino.
Y así, quedó grabado en la memoria del tiempo,
que no hay gesto más puro que el que nace sin voz;
porque en la danza callada del instante perfecto,
dos almas descubrieron que amar “es hablar con el corazón”.