El algodón se ha absuelto de contener la más simple huella de ti:
de que alguna vez me tocaste, de que alguna vez me besaste, de que alguna vez estuviste junto a mí.
Y es agridulce que en mi pensar se implante y florezca la terrible idea -y si quiera el pensamiento-
de que puedo sobrellevar este amargo dolor.
No se trata más de tu ausencia, si no de tu cercanía:
De la daga que se hunde, silenciosa,
en lo profundo del corazón.